Se dice que el inventor del vino espumoso fue el monje de la abadía benidictina de Hautvilliers Don Pierre Perignon (1638-1715), quien se dio cuenta de que al llegar la primavera los vinos se enturbiaban debido a una refermentación de los azúcares residuales de la primera fermentación. Inicialmente estos vinos eran muy agradables, pero en cuanto desaparecían sus burbujas perdían sus cualidades, por lo que era preciso cerrar herméticamente las botellas para controlar la segunda fermentación. En España, la elaboración de vinos espumosos se inicia en 1872 en Sant Sadurní d'Anoia (Barcelona).
Los cavas pueden clasificarse en fución de la cantidad de azucar que contienen. Desde el brut nature que es el que tiene menor cantidad de azúcar (0 a 3 g de azúcar po litro) al cava dulce (con 50 g de azúcar po litro) existe toda una graduación intermedia. Elegir uno u otro es cuestión de gustos. A la hora del aperitivo cualquier cava abre el apetito. Los bruts son más ligeros y frescos que los dulces. Un Brut o un seco puede sostener todo el peso de cualquier menú y sustituir tanto a vinos blancos como tintos. Y para los postres un cava seco, dulce o semidulce son los más adecuados.
Para disfrutar de esta bebida es muy importante servirla a la temperatura adecuada y en la copa idónea. El cava debe servirse frío pero no helado; la temperatura ideal se sitúa entre 5 y 7º. Debe enfriarse en el frigorífico durante varias horas y hay que evitar enfriarlo bruscamente en el congelador. La botella debe mantenerse en una cubitera con hielo y agua durante todo el servicio para que no se caliente. Para disfrutar mejor de su sabor se deben utilizar copas de tipo flauta o tulipa, jamás de boca ancha, de este modo se consigue que las burbujas concentre el aroma
- Esta bebida es sinónimo de fiesta. Sus chispeantes burbujas ponen la nota mágica en cualquier celebración.
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