La harina constituyó desde la antigüedad un elemento esencial en la alimentación.
Ya en la civilización egipcia, se utilizaba una mezcla de harina mezclada con agua, y al descubrir que si se dejaba fermentar se hacía más liviana y más sabrosa, comenzó a utilizarse para la alimentación humana.
Así se originó la levadura natural y así se inició la historia del pan.
Más adelante se utilizó la "levadura de cerveza" que está formada por sacaromicetos que se obtienen de la fermentación de un líquido extraído de la melaza con adición de extracto de malta.
A partir de estos descubrimientos, la humanidad se ha alimentado de masas a base de harinas.
El arte de panificación alcanzó un altísimo nivel entre los romanos. Ya Catón el Censor, en su obra "De Re Rustica", cita el "libum", de harina y huevos; la "placenta", con miel, cebada perlada y berro, el "mustaceus" o pan al mosto; y otros.
La elaboración del pan se realizaba amasando a mano, reiteradas veces, para lograr mayor levada de la masa.
Posteriormente, la máquina sustituyó la elaboración manual. La producción se ha ido uniformando y logrando la realización de grandes cantidades de pan para la alimentación de las poblaciones cada vez mayores.
Asimismo, de los pequeños hornos caseros, a leña, fue evolucionando hacia los grandes hornos eléctricos que producen transformaciones en el interior de la masa, y cuya temperatura se adecua y varía de acuerdo a las superficies y a los productos empleados.
Aunque se añore un pan casero amasado con variados movimientos de la mano o comprimido con el puño cerrado y vuelto a amasar, sólo puede producir cantidades reducidas. Las amasadoras mecánicas pueden trabajar masas de 50 a 500 kilogramos, y es capaz de preparar la masa de tal manera, que en pocos minutos pueda ser horneada.
Que bueno el pan
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